27 de febrero de 2008

Perdón

Sucede que cuando me voy de viaje, últimamente me invitan así: rápido y de urgencia.
"En dos horas te paso a buscar, hacé un bolsito así nomás, no vas a necesitar mucha ropa".

Ok.

Salí y no les avisé. Perdón.

9 de febrero de 2008

Plan canje

Fetichista. Simbólica. ¿Ritualista? Sí, un asco. Soy un asco.

Ayer a la mañana:
"El sábado a la mañana me voy a ir de compras. Voy a dedicar toda mi mañana en vos. Voy a salir a comprar tangas", me dijo.

Ayer a la noche:
"¿Mañana entonces vas por mis bombachas?", le pregunté.

Él hizo una mueca chiquita, casi una media sonrisa. No. Un cuarto de sonrisa, sólo de un lado de su cara. Se agachó y de su bolso sacó un paquetito de regalo.


Entonces voy a estrenarla. La vamos a estrenar juntos. Y le voy a dar a cambio la que llevo puesta. Una que usamos mucho, mucho.

2 de febrero de 2008

un viaje en taxi

Fue un jueves y también era verano. Habíamos estado desde las 9.30 hasta las 4 de la tarde. Casi un día perfecto. Habíamos desayunado y hablado catárticamente de nuestras cosas. Después de unos días sin vernos, qué menos.
Rápido nos escapamos a la calle de las mariposas. (Paradojas de la vida: en una habitación de 3x4 y con él al lado -o arriba o debajo- yo me sentía más libre que en ningún otro lugar o momento). Pero como siempre, llegó una hora en la que nos tuvimos que despedir.
Tomamos un taxi juntos, como para prolongar un poco más mi agónica felicidad. "Yo me bajo en Lima", le dijo al taxista ni bien subimos. Me acuerdo -perfectamente- que yo no dejé de pasarle mi mano por su barba apenas crecida. Él calzó su mano entre mis piernas cruzadas y me acarició suavemente el muslo. Casi no dijimos palabras.
"Cruzando, por favor", dijo él. El taxista lo miró con tremenda cara de confusión, como no entendiendo. Pero antes de que el tipo pudiera decir algo, él -veloz para las respuestas, como siempre- agregó: "Sí, me confundí. Le dije Lima pero era Bernardo de Irigoyen. Perdón. Ha sido víctima de mi confusión. Uno más". Y mientras terminaba de decir esto, abría la puerta del taxi.
Apenas alcancé a decir: "Qué poético lo tuyo. Fin del capítulo". Se bajó del taxi, cerró la puerta y me tiró un beso con un ademán y una sonrisa.